Dije no, ungido de estupidez e hipocresía, creyéndome hombre cuando era sólo niño asustadizo; llevado por la inocencia de un corazón que balbucea, que se cree poderoso asestando un hachazo formidable a nuestra historia sin saber que eso cambia de cuajo el destino. Dije no, con la tranquilidad del orate que lanza gasolina al fuego, orgulloso de tamaña tontería!; que en un acto suicida se niega la pasión futura; que celebra la herida infligida ante sus ojos de besugo el día que no carga con tiritas los bolsillos. Dije no, propinando un sonoro martillazo al amor primero; ignorando la magia de su nombre entre mis labios, como si sus grandes ojos de avellana o su mano cálida bajo la tormenta ya no tuvieran importancia. Dije no, conjurando lágrimas que ya nunca se olvidan, ejecutando con convicción la poesía en el paredón de mi falta de talento, asestando una puñalada infame con la cómica arrogancia del paleto orgulloso de su gesta temeraria! Hay que ser imbécil! Cargar contra lo evidente! Negar lo obvio como un apóstol temeroso de ser capturado por hordas pendencieras! Dije no, como si podar un corazón que te quiere no fuera ya crimen suficiente; como si la instantánea del momento no fuera a quedar grabada en el arrepentimiento; como si no doliera en todas direcciones; como si romperle los ojos en pedrería no me convirtiera en botarate; como si mentir mi indiferencia no fuera abandonarla; como si no fuera a perderla para siempre… Luego, el vacío. Y una vida totalmente diferente.