Este es un viaje de eones, no de una sola vida. La excursión de la cuna al féretro es sólo un episodio. Y yo soy sólo una chispa despistada de un fuego tan lejano que ya no nos calienta sino en la memoria. Solo en un tablero de casillas infinitas. Girando sobre mí mismo alérgico a las direcciones. Harto de escribir los días en el calendario o de defecar la frustración por los rincones de esta jaula que me exhibe. Agarrado cual beodo al mástil de la medianoche, deslumbrado por la luz del día que me emborrachó de imágenes las pupilas. Siempre en movimiento. Nadando en esta simetría entre el arriba y el abajo, como si cielo y tierra existieran superpuestos. Inventando estados de la materia según el temblor con que nos desplazamos. Feroz en los gestos que intimidan. Infantil en los que seducen. Anhelando una voz en la distancia que reclame mi nombre entre el crujir de las esferas. Un grito paternal que nos resucite en el recuerdo y le dé sentido a este regreso que parece no acabar nunca.Y si entre tanta algarabía la suerte no estuviera aquí para mirarnos a la cara? Y si el próximo punto y aparte nos dejara aparte y punto? Y si en la complejidad del sueño el soñador se olvidara de nosotros, obligándonos a vagar eternamente por entre telenovelas cósmicas? Escúchame. Este es un viaje de eones que es imposible contabilizar en latidos. Un tránsito de muchas paradas en las que vivir es olvido y morir es recuerdo.