Vivimos en la noche eléctrica. Apago la luz y busco el camino de regreso. Sumergido en el terciopelo de esta oscuridad profunda apenas hago pie en un flotar atolondrado. Soy yo el que deambula sin pudor entre dos mundos, sobornando a Caronte en cada traslado? Bajo la piel sin sustancia de este espectro se esconde un corazón que confunde los latidos. Dónde resido realmente? Cuál de estos parajes es mi sino? Es otra vida lo que envuelven las sombras al amparo del silencio y de una digestión pesada? Abandono una consciencia para vestir el traje aleatorio del actor nocturno, como un pluriempleo de este cuerpo etéreo que nunca me perteneció del todo. Caigo en la sinrazón de una película diferente, proyectada en el espacio incomprendido de la mente. Quién es el dueño de la trama? Quién actúa cuando el día me reclama? Viajo a bordo de un barco que no conoce puertos, en eterna singladura por un mar imaginario. En cubierta conviven razón y fantasía, alimentando sin pausa la máquina sobrenatural de crear historias. Quién gobierna la nave es un misterio, pero persiguiendo el reflejo de la luna cabalgamos con arrojo las olas de cualquier tormenta. No hay tierra que acoja benevolente a este atajo de patanes, que en una noche de resaca se juegan a los naipes el alma que todavía duerme. La partida es múltiple. Yo soy muchos.