Y en la noche oscura tu voz se abraza a la mía como por bulerías. Salvaje y rasposa entre las camelias que entornan sus ojos,preguntándole a la Luna en qué día y a qué hora va a venir la muerte a buscarnos para llevarnos a mejor puerto. Yo sonrío. Y con tus latidos compongo el himno que me mueve indemne por entre los zarzales de espino. Indolente ante las púas porque nada duele si tú siempre estás conmigo. Y no llores, niña! Que cuando la tempestad cruel se desinfle nos verá danzar sobre los jardines del mundo como un torbellino de alegría. Sin temor, sin mentiras, taconeando unidos de la mano porque en ti yo empiezo y acabo todos los caminos. Ay Jereque! Ay Jereque! Clama la vendimia madura a nuestro paso. Yo, con mi mochila casi vacía y el gesto liberado. Tú, con tus muertos de paseo, cantándole al paisaje cancioncillas de miel y de eucalipto. Cuando el tremor pálido del invierno nos alcance, te pediré con una carcajada un abrazo que haga del corazón cafetera. Y mientras sorbo té caliente, borraré de un sólo gesto todos los pasados que me incomodan. Vivir será una aventura nueva. Morir es puerta secreta para cuando todo el trabajo se ha hecho de forma diligente.