Yo te recuerdo en las zonas oscuras de la publicidad, allí donde la diversión y el lucro lo prostituían todo, mientras tú y yo, socios en el juego, correteábamos sin penitencia por entre líderes políticos y próceres de renombre. Fingiendo un interés que en nuestro caso no iba ni fue más allá del dinero fácil y de algún revolcón de alta cuna y poco académico. Te ganaste mi cariño porque fuiste capaz de abrirme en par la puerta y dejarme volar a mis anchas sin demasiadas zancadillas. Casi como iguales. Me permitiste el riesgo aunque sé que mis resultados te asustaban sobremanera, no fuera que un día me despertara con el pie izquierdo y me llevara de paseo a media clientela! Jamás comprendiste que mi lealtad a lo tuyo era absoluta. Por eso te prometí que te abandonaría en lo más alto. Sin llevarme ni a un colaborador, ni un cliente ni un penique. Fuimos niños grandes cambiando entre risas y un trabajo único la historia de una profesión que hasta el 2000 no tuvo parangón con ninguna otra! Yo llegué tarde a la fiesta, pero tú, Campmany, me diste sin dudarlo la ilusión, la confianza y las alas para poder batir todos los récords! El camión sin ruedas de Nissan, La Bella Durmiente de Trex, El Espermatozoide de Volkswagen, El Libretón BBV y El Zorro y la Gallina de BBVA, Las cosas no son lo que Eran y El Guepardo y el Camello de Audi… Rompimos moldes amigo! Y aunque alguna vez me la jugaras a mis espaldas tu picaresca siempre enjuagaba a mis ojos tus deslices de chiquillo malcriado. Siento no haber estado en tus momentos más difíciles. Te di cuanto tenía mientras brincamos al unísono. Al separarnos, tu mundo y el mío adquirieron ciertamente orbitas muy lejanas. Descansa en paz al otro lado. Nada hará que te olvide porque tú historia hizo posible la mía!