Te busco en la luz extenuada y torpe con la que el día y las farolas se extinguen. En la sombra y el claroscuro que zigzaguean por los claustros y los soportales vacíos. En el aullido creciente con el que la galerna se anuncia por entre callejones sin almas. Te busco allí donde la noche derrota al atardecer cabizbajo mientras el cielo se tiñe de sangre, hematoma y luto. En la danza trémula de la candela proyectando abstracciones sobre las paredes blancas del templo. En las páginas cenicientas de un libro olvidado en la última biblioteca arrasada por bárbaros. Te busco bajo la tierra de labranza ahora que la primavera jalea las semillas hasta ver brotar la siembra. En balcones anónimos que revientan coloridos en un éxtasis de pétalos como chuches. Te busco en el hogar de los apátridas, allí donde la vida no admite militancias y la guerra es una bravuconada estúpida. Entre los muslos ardientes de una jinetera enfebrecida donde el amor es una utopía y a la ternura no se la espera. Te busco al final de un sacrificio soez, cruel, objetable, donde el dolor se hace insoportable y la fe revienta cual metralla. Tras la cancela lúgubre que alberga mi sepultura repleta de mentiras. Te busco allí donde buscarte es un suicidio, en el límite mismo por el que se despeñan las galaxias en un abismo que es olvido. Te busco porque buscarte se ha convertido en objetivo. Porque todos necesitamos el amor insobornable de un enemigo!