El mundo es realmente un documento inacabado, redactado por escribas irresponsables. Vivimos al asalto de iluminados cuyo único discurso son fuegos de artificio faltos de sustancia, pensados sólo para embobar a la masa que ya de por sí es crédula y, como el nombre indica, manipulable hasta el hartazgo. El gurú actual campa por todos los extremos, afanado en dividir familias y naciones con su verbo coloquial y equidistante, creando problemas que nadie necesita y agitando frente al pueblo el títere de la lucha contra el enemigo imaginario. Qué sencillo resulta reclutar al ignorante! El mundo es una cosa que crece con la gente. Y si la gente se extravía, se confunde o cae en las redes del ladrar de los sinalmas de bolsillo ansioso, la historia se constipa en toses volcánicas. Es fácil recitar mantras que son inapelables a todos los oídos. A base de defender obviedades embaucas para el caos a los desafortunados. Aquí triunfa el parado perenne que sobrevive del sudor de su vecino pero se considera agraviado, el joven sin motivos pero con excusas que con vocación de sanguijuela ha encontrado en la familia asilo permanente, el funcionario holgazán que desprecia al ciudadano mientras reescribe el significado de la ineficacia. Hasta el más tonto tiene quejas! Hay mucha buena gente que vive a media luz, crédula y expuesta al populismo sin escrúpulos, capaz de regalar su voz al lobo disfrazado de cordero cuya única pasión es ser mesías de un rebaño al que en el fondo detesta.