He de cantarte una canción tristísima llegada la madrugada. Bordada con rimas y llanto y bares nocturnos donde el desamor se ahoga. Una canción que arde en la sangre, como si esta tempestad intensa que inunda patios y jardines fuera incapaz de apagar las llamas de los recuerdos y de todas las cosas que nos mutilan por dentro. Se inflama la noche en antorchas celestes. Almas como teas refulgiendo entre las sombras. Embravecido el mar que burbujea amenazas contra tierra firme. Oscuro el bosque que el viento agita en una danza violenta que recuerda un exorcismo. He de cantarte una canción tristísima. Llena de promesas rotas y traiciones como estacas y lugares comunes en los que se tortura la esperanza hasta que desiste. Una canción para los descarrilados del mundo, compuesta con notas amargas de hiel y de abandono, capaz de secar el lagrimal de las plañideras. Quién alzará la mano por mí cuando me haya ido? Quién velará por los cariños que nos amputaron? Quién custodiará las palabras que no tuvieron la oportunidad de ser escritas? Me recordarás cuando la soledad te empuje hasta las ruinas del pasado? Susurrarás mi nombre cuando un huracán de nostalgia zarandee mi imagen en las mazmorras de tu memoria? He de cantarte una canción tristísima. Mientras tú danzas enloquecida por entre los campos de tulipanes multicolores. Girando sin pausa con tu mirada de pupilas peligrosas.