Llegas en pedazos. Roto por tantos lugares que ya apenas duele. Llegas vapuleado a conciencia, sin un cachito libre de paliza, como si la vida se hubiera entretenido en amoratarte hasta el píloro. Llegas renqueante, con la piel alicatada en colores irisados y granas. Y el rostro con un diseño re-trabajado para ofrecerle a casi cada elemento una posición innovadora. Tú me miras. Sabes bien que yo no callo. Y abres con generosidad tus ojos permitiéndome penetrar en tu templo. Allí donde vive un niño antes jovial y trapacero y hoy acurrucado en llanto. Ya no quiere jugar más a ser el bobo extranjero -me dice-aquel que chévere en sus frases incisivas y soleadas a veces no se ve capaz de añadirle el catalán a la ocurrencia. Aquel que tras mucho ronronear decidió cambiarse el reflejo y pasar a ser Iván. Y así la panda de turno de pobres comemierdas ignorantes hasta la estulticia se ceban en apuñalarlo a desconsideraciones que hieren lo que se ve y lo que no. Y de coro, profesores que incapaces de enseñar nada, jalean el discurso patriótico y separatista tan de moda. Hay que ser mal nacido y un imbécil de cartabón de oro para priorizar la política fascistoide a la vida y bienestar de una niña de tan sólo doce años. No olvidéis, miserables! Todos y cada uno. Toda omisión indecente, todo acto asesino, computa para siempre en el sedal de la rueca. Quizá no sea hoy. Quizás tampoco mañana. Pero los cafres siempre ven a sus víctimas cobrarse con gran generosidad los desconsuelos!